viernes, 27 de julio de 2012


 
 
 




POEMA PARA UN ARTESANO LLAMADO JOSÉ
María, en Nazaret, era la esencia
purísima del júbilo y del gozo;
y tú, el callado manantial, el pozo
donde bebía el sol su transparencia.

María era la flor de la ternura,
el vuelo angelical de la paloma;
y tú, José, el regazo de su aroma,
el íntimo caudal de su hermosura.

María era la mar de la belleza,
la inmensidad de Dios que se hizo esposa;
y tú, José, la playa silenciosa
bañada en pleamares de pureza.

María era el Amor que halló cobijo
en la flor virginal de su regazo;
y tú, José, el aliento y el abrazo
donde aprendió su humanidad el Hijo.

María era la madre que sabía
cuidar la casa, preparar la mesa;
y tú, José, el camino, la promesa
de hacer de Dios un Hombre cada día.

Oh, santidad la tuya, tan ingrave,
tan oculta, José, tan amorosa
como la gracia humilde de una rosa
que regala su aroma y no lo sabe.

Oh, temblorosa mano carpintera
que en gotas de sudor y de alegría,
bajo el amor de su carpintería
versificó en plegarias la madera.

Oh, santidad de urdimbres laborales,
desazón de raíz corredentora,
fuente callada, sordomuda aurora,
árbol de ruiseñores celestiales.

José Amor, José Cielo, José Fuente,
José Silencio, claridad sin brillo
que hizo oración de todo lo sencillo
en su taller de amor, sencillamente.

Manantial de prudencias, hondo ejemplo
de discreciones, cátedra artesana,
noche sonora y tímida mañana,
hogar de gozos con olor a templo.

Mira, José, este mundo que habitamos,
huerto de olvidos, muladar de goces,
este orfeón de gritos y de voces,
esta coral de penas que lloramos.

Tú, José, jornalero de ternuras,
artesano de lirios laborales,
enciende en nuestros músculos, ciriales
y lámparas en nuestras amarguras.

Tú, que tuviste a Dios entre las manos
y se las ofreciste encallecidas,
ofrécele el sudor de nuestras vidas
para ganar el pan de ser cristianos.

José, peón de la bondad, obrero
de Dios, puebla de gozo los talleres
y ordena el mundo como tú lo quieres,
como una ofrenda hacia el Amor primero.

Tú, que con la ternura de María
hiciste de tu hogar un santuario,
haz de nuestros sudores un rosario
que sepamos rezar con alegría.

Porque desde que tú, José, maestro
de amor, hiciste salmos de tus músculos,
el trabajo es ofrenda de crepúsculos,
avemaría, salve y padrenuestro.

Y se llama José la reciedumbre
del sudor, la ansiedad de la herramienta,
José el esfuerzo y el afán que alienta
al corazón para avivar su lumbre.

José se llama la humildad sencilla,
el silencio del hombre que labora;
José, la desazón abrasadora
que va rezando surcos en la arcilla.

José la recia hondura del minero,
José la dura brega metalúrgica,
José la espera, la oración litúrgica
del mar cuando regresa el marinero.

Oh, divina y humana artesanía,
enséñanos, José, tu amor, tu huella
y déjanos, como señal, la estrella
maternal y amorosa de María.

 

José María Fernández Nieto
 





 
 
 
   



 


GOTAS DE VIDA
Por
Emma Margarita R. A. Valdés


Brotan versos con la noche,
fuertes, vigorosos, cálidos;
a la luz del nuevo día
nacen secos, fríos, pálidos
Al abrirse el día es mi cuerpo tierra,
hay bruma en los ojos y escarcha en la piel.
Espero que el sol caliente mi cuerpo
y aflore en mi vida el mejor clavel.
Como perro apaleado
estoy en este rincón,
tengo el sueño destrozado
y sangrando el corazón.
El poema es la descarga
de intensa tensión interna,
como fuego de volcán,
como rayo de tormenta.
Quisiera saber
cual es mi destino,
si es risa o si es llanto,
si es rosa o espino.
 
Quisiera escoger
un nuevo camino,
de luz y alegría,
de música y vino.
 
¡Oh, quizá pudiera
cambiar mi destino!
Son los frágiles añicos
de mi consciente locura,
pajaritas de papel,
que tan pronto son velero
como gorro marinero
o como el bonete aquel,
aquel bonete del cura
lleno de móviles picos.
En la esquina confusa
de mi interior sombrío
ha muerto la esperanza
con hambre, sed y frío.
¡Qué lentos pasan los días
en dolor y soledad!.
Con amables compañías,
el tiempo es breve, fugaz.

 

 



Pintor: John Singer Sargent


Añoranza de ti, amor.
Añoranza de ti, amor.

Un río de nostalgia
atraviesa mis venas,
pensamientos negros
por mi mente navegan.
Tengo tantas preguntas
que no sé cómo abordarlas,
se estrellan en mi alma
olas bravas se desbordaran.
Imponencia siento
al no saber nada de ti,
preguntas sin respuestas,
se ahogan dentro de mí.
La cabeza me da vueltas,
pensando que me has dejado,
tormento me está causando
mi amor desesperado.
Esperando todas las noches,
evocando tu nombre, Lunita,
tus besos recorriendo mi piel,
mis manos tus fogosidades.
Mis roces por tu vientre,
mis caricias ardientes,
mis besos vehemente
en tu labios relucientes.
Mi almohada te aguarda
de recuerdos empapados,
con mirada triste aguardo,
que no se rompa esta pasión.
Este puente de felicidad
de amor construido
que nos haga atravesar
noches fría de olvido.
La distancia es un desafío,
no dejaré que se pierda mi alma,
por un inmenso océano frío,
ni lejanías que nos separa nos desarma.
Jeshua