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POEMA PARA UN ARTESANO LLAMADO JOSÉ
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María, en Nazaret, era la esencia
purísima del júbilo y del gozo; y tú, el callado manantial, el pozo donde bebía el sol su transparencia. María era la flor de la ternura, el vuelo angelical de la paloma; y tú, José, el regazo de su aroma, el íntimo caudal de su hermosura. María era la mar de la belleza, la inmensidad de Dios que se hizo esposa; y tú, José, la playa silenciosa bañada en pleamares de pureza. María era el Amor que halló cobijo en la flor virginal de su regazo; y tú, José, el aliento y el abrazo donde aprendió su humanidad el Hijo. María era la madre que sabía cuidar la casa, preparar la mesa; y tú, José, el camino, la promesa de hacer de Dios un Hombre cada día. Oh, santidad la tuya, tan ingrave, tan oculta, José, tan amorosa como la gracia humilde de una rosa que regala su aroma y no lo sabe. Oh, temblorosa mano carpintera que en gotas de sudor y de alegría, bajo el amor de su carpintería versificó en plegarias la madera. Oh, santidad de urdimbres laborales, desazón de raíz corredentora, fuente callada, sordomuda aurora, árbol de ruiseñores celestiales. José Amor, José Cielo, José Fuente, José Silencio, claridad sin brillo que hizo oración de todo lo sencillo en su taller de amor, sencillamente. Manantial de prudencias, hondo ejemplo de discreciones, cátedra artesana, noche sonora y tímida mañana, hogar de gozos con olor a templo. Mira, José, este mundo que habitamos, huerto de olvidos, muladar de goces, este orfeón de gritos y de voces, esta coral de penas que lloramos. Tú, José, jornalero de ternuras, artesano de lirios laborales, enciende en nuestros músculos, ciriales y lámparas en nuestras amarguras. Tú, que tuviste a Dios entre las manos y se las ofreciste encallecidas, ofrécele el sudor de nuestras vidas para ganar el pan de ser cristianos. José, peón de la bondad, obrero de Dios, puebla de gozo los talleres y ordena el mundo como tú lo quieres, como una ofrenda hacia el Amor primero. Tú, que con la ternura de María hiciste de tu hogar un santuario, haz de nuestros sudores un rosario que sepamos rezar con alegría. Porque desde que tú, José, maestro de amor, hiciste salmos de tus músculos, el trabajo es ofrenda de crepúsculos, avemaría, salve y padrenuestro. Y se llama José la reciedumbre del sudor, la ansiedad de la herramienta, José el esfuerzo y el afán que alienta al corazón para avivar su lumbre. José se llama la humildad sencilla, el silencio del hombre que labora; José, la desazón abrasadora que va rezando surcos en la arcilla. José la recia hondura del minero, José la dura brega metalúrgica, José la espera, la oración litúrgica del mar cuando regresa el marinero. Oh, divina y humana artesanía, enséñanos, José, tu amor, tu huella y déjanos, como señal, la estrella maternal y amorosa de María. ![]() José María Fernández Nieto ![]() ![]() ![]() | ||||||
viernes, 27 de julio de 2012
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Añoranza de ti, amor.
Un río de nostalgia
atraviesa mis venas,
pensamientos negros
por mi mente navegan.
Tengo tantas preguntas
que no sé cómo abordarlas,
se estrellan en mi alma
olas bravas se desbordaran.
Imponencia siento
al no saber nada de ti,
preguntas sin respuestas,
se ahogan dentro de mí.
La cabeza me da vueltas,
pensando que me has dejado,
tormento me está causando
mi amor desesperado.
Esperando todas las noches,
evocando tu nombre, Lunita,
tus besos recorriendo mi piel,
mis manos tus fogosidades.
Mis roces por tu vientre,
mis caricias ardientes,
mis besos vehemente
en tu labios relucientes.
Mi almohada te aguarda
de recuerdos empapados,
con mirada triste aguardo,
que no se rompa esta pasión.
Este puente de felicidad
de amor construido
que nos haga atravesar
noches fría de olvido.
La distancia es un desafío,
no dejaré que se pierda mi alma,
por un inmenso océano frío,
ni lejanías que nos separa nos desarma.
Jeshua
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